El zumbido de las abejas, una sinfonía natural que ha acompañado a la humanidad durante milenios, se está silenciando progresivamente. Lo que parecía una simple melodía de la naturaleza se revela como una alarma de proporciones globales: las poblaciones de abejas están disminuyendo a un ritmo alarmante, amenazando la seguridad alimentaria y la estabilidad de los ecosistemas. Este informe aborda la preocupante situación del descenso global de las poblaciones de abejas, explorando las múltiples causas detrás de esta crisis y, crucialmente, investigando las posibles soluciones para revertir esta tendencia. La desaparición de las abejas no es solo una cuestión ambiental, sino una amenaza directa a nuestra capacidad de alimentar a la creciente población mundial.

El papel de la polinización en la producción de alimentos es fundamental. Las abejas, junto con otros polinizadores, son responsables de la reproducción de numerosos cultivos, desde frutas y verduras hasta aceites y frutos secos. Sin su labor, la producción de estos alimentos se vería drásticamente reducida, con graves consecuencias económicas y sociales. Además, la polinización es vital para la salud y la diversidad de los ecosistemas naturales, siendo esencial para la supervivencia de numerosas especies vegetales y animales que dependen de ella.
Este informe se sumerge en las complejidades de este problema multifacético, analizando las diversas causas que contribuyen al declive de las poblaciones de abejas. Comenzaremos examinando el impacto de los pesticidas, en particular los neonicotinoides, y sus rutas de exposición, evidenciando cómo estos químicos pueden afectar la salud y el comportamiento de las abejas. Posteriormente, se explorarán la amenaza de los parásitos y enfermedades, como la varroa, el Nosema y diversos virus, que debilitan a las colonias y las hacen más susceptibles a otros factores estresantes. El cambio climático y su impacto en la alteración de los ciclos de floración, desincronizando la disponibilidad de néctar y polen con las necesidades de las abejas, recibirá también una atención especial.
La aparición de especies invasoras, como la avispa asiática, constituye una amenaza adicional, depredando directamente a las abejas y compitiendo por los recursos. La pérdida y fragmentación de tierras, que disminuyen la disponibilidad de hábitats adecuados para las abejas, agrava aún más la situación. Se analizará en detalle el Síndrome de Despoblamiento de las Colmenas (CCD), un fenómeno particularmente preocupante caracterizado por la repentina desaparición de las abejas obreras de una colmena, aunque el CCD como categoría diagnóstica ha evolucionado a un entendimiento más complejo de factores múltiples que contribuyen al colapso.
Finalmente, el informe propone una serie de alternativas de control de plagas, como el manejo sostenible y biológico, que buscan reducir la dependencia de los pesticidas químicos. Se explorarán estrategias para el fomento de la diversidad floral y la creación de hábitats, así como una evaluación de las políticas gubernamentales y la regulación de pesticidas que pueden contribuir a la protección de las abejas. Se analizarán las potenciales consecuencias económicas, incluyendo la posibilidad de una crisis alimentaria global si la situación actual no se aborda con urgencia. El objetivo de este informe es proporcionar una visión completa y basada en evidencia para informar a los responsables políticos, a los agricultores y al público en general sobre la importancia de proteger a las abejas y asegurar su supervivencia a largo plazo.
Descenso global de las poblaciones de abejas e impacto.
El planeta enfrenta una crisis silenciosa pero profundamente alarmante: el descenso global de las poblaciones de abejas y otros polinizadores. Más allá de una simple estadística, este fenómeno, a veces denominado «el silencio de las abejas», amenaza ecosistemas enteros y fundamentalmente, la seguridad alimentaria mundial. Investigaciones recientes, analizando datos históricos de hasta 20.000 especies de abeja, revelan que un porcentaje significativo ya no se registran en hábitats donde antes prosperaban, confirmando la seriedad de la situación. Los países más afectados incluyen España, Francia, Alemania, Estados Unidos, Rusia y Brasil, lo que indica que este no es un problema localizado sino una tendencia global.

La desaparición de los polinizadores tiene un impacto devastador en la biodiversidad. La disminución en la polinización afecta directamente a las plantas, pudiendo llevar a la extinción de especies vegetales, lo que a su vez daña a los animales que dependen de esas plantas para su alimentación y hábitat. Más allá de las consecuencias ecológicas, el impacto en la agricultura es innegable. La polinización es esencial para la producción de una amplia gama de cultivos, y su pérdida amenaza con reducir los rendimientos y la disponibilidad de alimentos básicos. Se han documentado casos en los que los agricultores han recurrido a la polinización manual como medida desesperada para compensar la falta de polinizadores naturales, una solución costosa e insostenible a largo plazo.
Las causas del descenso de las poblaciones de abejas son multifactoriales y complejas. Entre los factores más preocupantes se encuentran el uso generalizado de plaguicidas químicos, especialmente los neonicotinoides, que afectan al sistema nervioso de las abejas y las desorientan. También influyen factores como la pérdida de hábitat debido a la urbanización y la expansión agrícola, la fragmentación de los ecosistemas y los cambios climáticos, que alteran los patrones de floración y dificultan la búsqueda de alimento. Además, la propagación de parásitos como el ácaro Varroa y enfermedades virales contribuyen significativamente a la debilitación de las colonias de abejas.
Ante esta crisis, organizaciones internacionales y gobiernos están tomando medidas, aunque la necesidad de una acción más contundente y coordinada es evidente. La Comisión Europea, por ejemplo, presentó en 2018 la «Iniciativa de Polinizadores de la UE,» con el objetivo de identificar las causas de la reducción de polinizadores, crear conciencia y mitigar sus efectos. Eurodiputados han instado a una revisión urgente de la iniciativa, proponiendo un nuevo marco de seguimiento a nivel de la Unión Europea, así como la reducción en un 50% el uso de plaguicidas químicos y peligrosos.
Es crucial entender que la polinización no se limita a las abejas domesticadas. En Europa existen alrededor de 2.000 especies silvesteres de polinizadores, incluyendo sírfidos, mariposas, polillas, algunos escarabajos y avispas, que cumplen un papel fundamental en el mantenimiento de la biodiversidad y la producción agrícola. Investigaciones recientes cuestionan la visión de los ‘polinizadores gestionados’ como sustitutos perfectos de los polinizadores silvestres, confirmando que las abejas domesticadas complementan a estos últimos, en lugar de reemplazarlos. La salud de los ecosistemas depende del equilibrio entre ambos tipos de polinizadores, y la protección de las especies silvestres es esencial para garantizar la resiliencia de los sistemas agrícolas y naturales.
Importancia de la polinización para la alimentación y los ecosistemas.
La polinización, a menudo subestimada, es un proceso de importancia crítica para la salud de los ecosistemas y la producción de alimentos a nivel mundial. Este servicio ecosistémico, realizado principalmente por insectos, aves y murciélagos, facilita la reproducción de una vasta gama de plantas, asegurando la diversidad y funcionalidad de los ecosistemas naturales. Sin embargo, el creciente declive de los polinizadores representa una amenaza significativa para la seguridad alimentaria global y la integridad de los ecosistemas.

El Servicio Ecosistémico de la Polinización: Un Pilar de la Vida
La polinización se define como el proceso por el cual el polen se transfiere de la parte masculina (antera) a la parte femenina (estigma) de una flor, permitiendo la fertilización y la subsiguiente producción de frutos y semillas. Este proceso es esencial para la reproducción de aproximadamente el 80% de los cultivos que consumimos a nivel mundial, incluyendo una amplia variedad de frutas, verduras, nueces, semillas, aceites y forraje. En países como México, la dependencia de la polinización es aún más pronunciada, alcanzando el 88% de las especies cultivadas que forman parte de nuestra dieta. Más allá de la agricultura, la polinización es fundamental para la reproducción de numerosas especies silvestres, contribuyendo a la biodiversidad y la estabilidad de los ecosistemas. Esta intrincada relación de coevolución que ha existido durante milenios entre las plantas con flores (angiospermas) y sus polinizadores ha dado lugar a adaptaciones notables en ambos grupos, como las patas largas de las abejas diseñadas para acceder al néctar de flores con espolones específicos.
Consecuencias de la Disminución de Polinizadores:
El declive de las poblaciones de polinizadores, a menudo denominado «crisis de polinizadores», tiene profundas implicaciones para la seguridad alimentaria y la salud de los ecosistemas. La pérdida de estos vitales agentes reproductores puede resultar en una disminución significativa de la producción de cultivos, la pérdida de diversidad genética en las plantas y una mayor vulnerabilidad de los ecosistemas a los cambios ambientales. Las causas de esta disminución son multifactoriales y complejas, incluyendo la pérdida de hábitat debido a la urbanización y la expansión agrícola, la exposición a plaguicidas, el parasitismo de las colmenas y los efectos del cambio climático.
El cambio climático, en particular, representa una amenaza creciente. Alteraciones en los patrones climáticos pueden desincronizar la floración de las plantas con la actividad de los polinizadores, dificultando la polinización y reduciendo la productividad de los cultivos. Además, el aumento de las temperaturas y los eventos climáticos extremos pueden alterar la distribución y la abundancia de los polinizadores, exacerbando aún más el problema. Estos cambios dificultan el «último baile» de las abeja y otros polinizadores, poniéndolas en una situación precaria.
Soluciones para Apoyar a los Polinizadores:
Afortunadamente, existen una serie de medidas que se pueden tomar para apoyar a los polinizadores y mitigar los efectos de su declive. Revertir la tendencia requiere un enfoque integral que involucre a agricultores, científicos, responsables políticos y consumidores. Entre las soluciones más prometedoras se encuentran:
- Reducción del uso de plaguicidas: La adopción de prácticas agrícolas más sostenibles que minimicen la dependencia de los plaguicidas es fundamental.
- Introducción de mayor diversidad: El abono verde, la rotación de cultivos y la plantación de setos pueden crear hábitats más favorables para los polinizadores en los paisajes agrícolas.
- Restauración de hábitats: La creación y el mantenimiento de áreas de vegetación nativa, como bordes de campo, praderas y jardines de polinizadores, pueden proporcionar refugio y alimento para los polinizadores.
- Promoción de la agricultura orgánica y de los sistemas agroecológicos: Estas prácticas priorizan la salud del suelo, la diversidad biológica y la reducción del uso de productos químicos sintéticos.
- Educación y concienciación: Informar al público sobre la importancia de los polinizadores y las amenazas que enfrentan, así como promover prácticas de jardinería y consumo sostenibles.
Al adoptar estas medidas, podemos ayudar a asegurar la supervivencia de los polinizadores y proteger los servicios ecosistémicos vitales que brindan. El futuro de la seguridad alimentaria y la salud de nuestro planeta depende de ello.
Pesticidas: Neonitotinoides y rutas de exposición.
Los neonicotinoides representan una fuente creciente de preocupación dentro del ámbito de la salud ambiental y la conservación de polinizadores, especialmente las abejas melíferas. La creciente evidencia de su impacto negativo, aunque a menudo subletal, en las poblaciones de abejas ha llevado a restricciones por parte de la Comisión Europea en 2013. Sin embargo, la persistencia de estas sustancias en el medio ambiente y la complejidad de sus rutas de exposición plantean desafíos significativos para la gestión del riesgo y la protección de los servicios ecosistémicos que las abejas proporcionan.

Estos insecticidas sistémicos, diseñados como neurotoxinas para los insectos, afectan una amplia gama de organismos, desde invertebrados como las abejas, hasta vertebrados, microorganismos del suelo y organismos acuáticos. La noción de que la exposición directa es la única vía de daño es una simplificación peligrosa; los neonicotinoides se propagan a través de múltiples rutas de exposición, contaminando el suelo, el agua y, crucialmente, el polen, introduciendo a las abejas en un ciclo de exposición continua.
Las rutas de exposición pueden clasificarse de varias formas, complicando aún más la evaluación del riesgo:
- Ingesta directa de néctar y polen: Las abejas recolectoras de polen y néctar exponen directamente a las colonias a estos plaguicidas mediante la recolección de plantas tratadas.
- Contaminación del agua: El escorrentía agrícola lleva los neoncotinoides a fuentes de agua, afectando a las abejas que beben o a los organismos acuáticos que, a su vez, forman parte de la cadena alimentaria de las abejas.
- Contaminación del suelo: La persistencia de los neoncotinoides en el suelo implica que las abejas pueden ingerirlos al tomar tierra o al interactuar con los microorganismos del suelo contaminados.
- Exposición a través de el polen transferido: El polen puede contaminarse incluso si la planta original no ha sido tratada con neoncotinoides a través de la transferencia por otras abejas.
- Vía larval: Las larvas de las abejas son particularmente vulnerables, ya que dependen de los alimentos procesados por las abejas nodrizas, que a su vez pueden estar expuestas a los neoncotinoides.
Un aspecto particularmente preocupante es la naturaleza subletal de los efectos de los neoncotinoides. Aunque poco probable que causen una mortandad masiva directamente, estos plaguicidas pueden afectar la supervivencia a largo plazo, el comportamiento, la navegación, la capacidad de aprender y, en última instancia, la productividad de las colonias enteras. Estos efectos incluyen:
- Deterioro de la memoria y el aprendizaje: Lo que dificulta la capacidad de las abejas para encontrar su camino de regreso al panal.
- Disminución de la capacidad de forrajeo: Reduciendo colectivamente la recolección de polen y néctar para la colonia.
- Debilitamiento del sistema inmunológico: Haciéndolas más susceptibles a enfermedades y parásitos.
- Alteración del comportamiento social: Impactando la comunicación y la coordinación dentro de la colonia.
La persistencia y el carácter acumulativo de los efectos tóxicos de los neoncotinoides, incluso a bajos niveles de exposición, agravan la situación. La ausencia de una regulación estricta que aborde estos aspectos implica que la acumulación en el medio ambiente puede llevar a niveles críticos de exposición con el tiempo.
Además, es vital destacar que los efectos tóxicos de los neoncotinoides pueden verse potenciados por la presencia de otros plaguicidas, fungicidas y por la interacción con el sistema inmunitario de las abejas. Este fenómeno de interacción y sinergia complica aún más la evaluación del riesgo y subraya la necesidad de un enfoque holístico para la gestión de plaguicidas.
Frente a la evidencia en continua expansión, hay un creciente debate sobre la aplicación del principio de precaución. El conflicto entre la incertidumbre científica y las pruebas disponibles plantea preguntas sobre la compatibilidad del uso generalizado de neoncotinoides con los objetivos de la sostenibilidad y la protección de la biodiversidad. La protección de las abejas exige una reevaluación urgente del uso de estos plaguicidas y la adopción de prácticas agrícolas más sostenibles.
Parásitos y enfermedades: Varroa, Nosema y virus.
El declive alarmante de las poblaciones de abejas a nivel mundial no es un fenómeno aislado, sino el resultado de una compleja interacción de factores estresantes que, combinados, están poniendo en jaque la supervivencia de estos polinizadores cruciales. Entre estos factores, los parásitos y las enfermedades ocupan un lugar destacado, con el ácaro Varoa a la cabeza, seguido de infecciones por Nosema y diversos virus, que actúan sinérgicamente para debilitar y diezmar las colonias.

El Ácaro Varoa (Varroa destructor): La Amenaza Principal
El ácaro Varoa es sin lugar a dudas el parásito más devastador para las abejas melíferas. Originario de las abejas asiáticas, su introducción en las colonias occidentales, donde la resistencia es prácticamente nula, ha tenido consecuencias catastróficas. Los ácaros se alimentan de la hemolinfa (el equivalente a la sangre de las abejas) tanto de larvas en desarrollo como de abejas adultas, debilitándolas y comprometiendo su capacidad para recolectar néctar y polen. Pero la gravedad del problema reside en que el Varoa actúa como un potente vector de virus. Al alimentarse, los ácaros regurgitan y vomitan hemolinfa contaminada, transmitiendo una amplia gama de patógenos de una abeja a otra, y de una colonia a otra. La transmisión directa de estos virus por el ácaro, combinada con la debilidad que éste induce, aumenta exponencialmente su virulencia. Se ha comprobado que el ácaro no solo facilita la infección, sino que también altera el virus, haciéndolo más letal para la Abeja.
Principales Virus Transmitidos por el Varoa
- Virus del Ala Deformada (DWV): Provoca alas deformes y, en muchos casos, la muerte prematura de las abejas jóvenes. La alta prevalencia del DWV en colonias infestadas por Varoa subraya su papel central en este declive.
- Virus de Parálisis Aguda (APV): Puede causar desorientación, problemas de comportamiento y afectar la resistencia al invierno de las abejas.
- Otros virus como el Virus del Hemolinfa Replicante Sacaroso (RSV) y el Virus de la Moma Sacarosa (SBV) también se ven exacerbados por la presencia del Varoa.
La Infección por Nosema:
Si bien menos dramático que la infestación por Varoa, el hongo microsporidio Nosema ceranae es otro patógeno significativo. Este parásito afecta el intestino de las abejas, interfiriendo con la absorción de nutrientes y comprometiendo su salud general. Las colonias infectadas con Nosema a menudo presentan temblores (dysentery), pérdida de peso, disminución del vuelo e incluso la muerte, especialmente durante los meses de invierno. La combinación de la debilidad inducida por el Varoa y la disfunción intestinal causada por Nosema multiplica los efectos negativos en la colonia.
El Complejo Interacción Virus-Parásito-Hongo
Es crucial entender que la salud de una colonia de abejas no depende de un solo factor, sino de la interacción de múltiples estresores. Las abejas debilitadas por el Varoa y Nosema, tienen un sistema inmune comprometido, lo que las hace más susceptibles a una amplia gama de infecciones virales, bacterianas y fúngicas adicionales. Esta sinergia patógena crea un círculo vicioso que desestabiliza el equilibrio de la colonia y aumenta drásticamente su tasa de mortalidad.
¿Qué se Puede Hacer?
El manejo de parásitos y enfermedades en las colonias de abejas es fundamental para su supervivencia. Las estrategias incluyen:
- Monitoreo Regular del Varoa: Utilizar métodos efectivos como recuento de ácaros en láminas de alcohol o ácido láctico para determinar los niveles de infestación.
- Tratamientos Sintéticos y Biológicos: Existen opciones químicas para controlar el Varoa, pero su uso debe ser gestionado cuidadosamente para evitar la resistencia. Alternativas biológicas como el ácido fórmico, el ácido oxálico y la liberación de abejas resistentes a los ácaros están ganando popularidad.
- Manejo de Nosema: Promover la higiene de las colmenas, asegurar una buena ventilación y proporcionar a las abejas una dieta rica en nutrientes que fortalezca su sistema inmunológico.
- Mejora de la Diversidad Genética: Fomentar la cría de abejas melíferas resistentes a los parásitos y enfermedades utilizando programas de mejora genética que incluyan la selección de abejas con alta resistencia a Varroa y Nosema.
- Promoción de la Salud del Hábitat: Asegurar que las abejas tengan acceso a una dieta variada y abundante en polen y néctar. Los entornos agrícolas diversificados y la preservación de los hábitats naturales son esenciales para su bienestar general.
En resumen, abordar el declive de las abejas requiere un enfoque integrado que combine el control de parásitos y enfermedades con la mejora de su salud ambiental. Proteger a estos vitales polinizadores es una responsabilidad compartida que exige una acción coordinada a nivel individual, comunitario y político.
Cambio climático y alteración de ciclos de floración.
La creciente preocupación por la desaparición de las abejas y otros polinizadores está intrínsecamente ligada a las alteraciones que el cambio climático está provocando en los ecosistemas, especialmente en la fenología – el estudio de los ciclos estacionales de los seres vivos. La desincronización de estos ciclos, conocida como alteración de la fenología, está afectando profundamente la relación entre plantas y polinizadores, amenazando la biodiversidad y la seguridad alimentaria global. De manera alarmante, las plantas están floreciendo fuera de sus periodos habituales, un fenómeno amplificado por el aumento de las temperaturas y otras consecuencias del calentamiento global.

El impacto del cambio climático en los ciclos de floración es documentado por numerosas investigaciones. Un estudio exhaustivo basado en datos históricos del Reino Unido, que abarcan desde 1753, reveló un adelanto significativo en la floración de las plantas desde 1986, con una media de un mes completo. Particularmente, las plantas herbáceas han experimentado el mayor adelanto (32 días), seguidas por los árboles (14 días) y los arbustos (10 días). Este fenómeno no es exclusivo del Reino Unido; Japón ha registrado su temporada de flor de cerezo más temprana en 1.200 años, y en Estados Unidos, una ola de calor prematura desencadenó una floración anticipada de los girasoles. Estas observaciones, junto con el aumento de 1.1°C de las temperaturas medias mundiales respecto a los niveles preindustriales, sugieren una tendencia global y consistente hacia la alteración de los ciclos fenológicos.
Esta aceleración de la floración no siempre es benéfica para las plantas. Una floración temprana o tardía resulta en un malgasto energético para la planta, con el riesgo de pérdida de flores y frutos debido a condiciones climáticas desfavorables. La salida prematura de las hojas implica una mayor pérdida de agua, un factor crítico en un contexto de reducción de precipitaciones, debilitando a la planta y aumentando su vulnerabilidad a plagas y enfermedades. El problema se agrava al generar una desincronización de las especies, con potenciales consecuencias catastróficas.
El impacto se extiende bien más allá de las plantas, afectando directamente a los polinizadores y, por ende, a la cadena trófica. El desajuste entre la floración y la actividad de los polinizadores puede impactar la polinización, reduciendo la producción de frutos y semillas, cruciales para la supervivencia de muchas especies animales. La interdependencia entre plantas y polinizadores, fundamental para la salud de los ecosistemas, se ve comprometida por esta desincronización. En España, se ha observado, por ejemplo, la alteración de los ciclos fenológicos en viñedos, afectando la época de recolección y la calidad de la uva, así como en frutales, almendros y castaños.
La comprensión de la magnitud de estos cambios requiere un esfuerzo colectivo. La participación de la ciudadanía a través de proyectos de ciencia ciudadana, como Fenorural, se ha vuelto fundamental para recopilar datos masivos y evaluar el impacto de la alteración de los ciclos de floración. Estos proyectos permiten monitorizar la evolución de la fenología a lo largo del tiempo y en diferentes regiones, proporcionando información crucial para la toma de decisiones y la implementación de medidas de mitigación. En definitiva, abordar la desaparición de las abejas y la preservación de la biodiversidad exige una respuesta integral que tenga en cuenta la influencia del cambio climático sobre la sincronización de los ciclos estacionales de los seres vivos, reconociendo la intrincada relación de interdependencia entre plantas y polinizadores.
Especies invasoras: Amenaza de la avispa asiática.
La alarmante disminución de las poblaciones de abejas en todo el mundo es un problema multifacético, y entre las numerosas amenazas que enfrentan, la proliferación de especies invasoras se destaca como un desafío particularmente agresivo. La avispa asiática (Vespa velutina), también conocida como avispa murciélago, emerge como una de las amenazas más significativas, exacerbando aún más la crisis de las abejas y con implicaciones potenciales para la agricultura y la seguridad alimentaria. Su expansión imparable por España y Europa ha generado una inmensa preocupación, no solo por su impacto directo sobre las colonias de abejas, sino también por la confusión que su apariencia puede generar, llevando a reacciones desproporcionadas frente a otras especies de avispos beneficiosas.

La avispa asiática se diferencia claramente de las especies autóctonas, principalmente por su tamaño considerablemente mayor – aproximadamente el doble que las avispas comunes – y su distintiva coloración. Su abdomen es predominantemente negro, con algunas manchas amarillo anaranjadas, un rasgo distintivo que la diferencia de las bandas amarillas características de otras avispas. Unos de sus rasgos más notorios son sus patas negras con el extremo de color amarillo. Esta apariencia robusta y su carácter agresivo contribuyen a la alarma pública, pero también pueden llevar a errores de identificación. Es crucial distinguirla del avispón europeo (Vespa crabro), una especie nativa menos problemática, o incluso otras especies autóctonas de gran tamaño como la avispa mamut, la abejilla, la avispa goliat y la cazarañas gigante, todas ellas vitales para el equilibrio de los ecosistemas.
La amenaza de la avispa asiática radica en su comportamiento depredador hacia las abejas. A diferencia de las abejas, que son polinizadoras esenciales, la avispa asiática las ataca directamente, alimentándose de ellas de forma sistemática. Este acto no solo reduce las poblaciones de abejas, sino que también debilita significativamente las colonias, dificultando su supervivencia y su capacidad para polinizar cultivos vitales. El impacto en la apicultura es devastador, provocando la destrucción de colonias y una disminución preocupante en la producción de miel, con serias consecuencias económicas para los apicultores. Más allá de la apicultura, la reducción de la polinización afecta directamente la producción agrícola, comprometiendo la seguridad alimentaria y la sostenibilidad de diversos ecosistemas. Se ha documentado la necesidad de cuidados médicos prolongados tras ataques debido a la mayor cantidad de veneno y su mayor toxicidad.
La rápida expansión de esta especie invasora es impulsada por su alta capacidad reproductiva y su adaptabilidad a diversos hábitats, lo que dificulta su control. La construcción de sus nidos, suspendidos en lugares altos, complica aún más las operaciones de erradicación, requiriendo técnicas especializadas y a menudo peligrosas. En consecuencia, es crucial implementar estrategias integrales de gestión que combinen la prevención, la detección temprana y la erradicación selectiva, minimizando al mismo tiempo el impacto sobre las especies autóctonas. La educación pública, crucial para promover una correcta identificación y evitar reacciones exageradas frente a especies de avispones inofensivas, juega un papel esencial en la lucha contra esta amenaza invasora. El futuro de la apicultura, y la seguridad alimentaria en consecuencia, depende en parte de la eficacia con la que podamos mitigar el impacto de esta creciente amenaza.
Efecto del hábitat: Pérdida y fragmentación de tierras.
La crisis de las poblaciones de abejas representa una seria amenaza a la seguridad alimentaria global y a la biodiversidad, con estimaciones que indican que el 90% de los alimentos mundiales dependen, en parte, de la polinización por abejas. Si bien los factores contribuyentes son múltiples, el impacto del hábitat – específicamente la pérdida y fragmentación de tierras – emerge como un elemento clave en esta preocupante tendencia. La intensificación de la agricultura moderna, si bien ha aumentado la producción de alimentos, ha tenido un costo significativo para los ecosistemas naturales, reduciendo drásticamente la disponibilidad de recursos vitales para las abejas.

La fragmentación del hábitat se manifiesta de diversas formas. La conversión de ecosistemas naturales, como bosques y praderas, en tierras de cultivo extensivas elimina directamente los lugares de nidificación y las fuentes de alimento tradicionales para las abejas. Además, la homogeneización del paisaje agrícola resultante, caracterizado por grandes extensiones de monocultivos, limita la diversidad floral, privando a las abejas de una dieta equilibrada y expuestas a una mayor vulnerabilidad frente a enfermedades y parásitos. Esta pérdida de biodiversidad, agravada por el uso masivo de plaguicidas, crea un ciclo perjudicial donde el aumento de plagas conduce a un mayor uso de químicos, perpetuando la degradación del hábitat.
El uso generalizado de insecticidas, en particular los neonicotinoides, tiene efectos devastadores. Además de los efectos directos sobre las abejas – alterando su capacidad de orientación, funciones biológicas e incluso causando la muerte – los pesticidas contaminan el suelo y las plantas, afectando la salud de las colmenas a largo plazo. Investigaciones han demostrado que las abejas están expuestas a altas concentraciones de pesticidas en entornos agrícolas, antes incluso de la siembra, y rastros de estos químicos se encuentran en el polen almacenado en las colmenas y en otras plantas cercanas a los campos de cultivo. Esto demuestra una amplia contaminación del hábitat que va más allá de la simple exposición a las plantas tratadas.
La pérdida de biodiversidad no solo impacta directamente a las abejas, sino que también desequilibra los ecosistemas enteros. La ausencia de una variedad de plantas y otros insectos polinizadores hace que las abejas sean más susceptibles a enfermedades y plagas, ya que su sistema inmunológico se ve comprometido por la falta de una dieta variada. Este efecto cascada resalta la importancia de mantener la integridad de los ecosistemas naturales para la salud y el bienestar de las poblaciones de abejas.
Para mitigar estos efectos, es imperativo adoptar prácticas agrícolas más sustentables. Esto implica una transición desde los monocultivos extensivos hacia sistemas agrícolas más diversificados, que incluyan la rotación de cultivos, la siembra de setos y flores silvestres, y la promoción de la agricultura orgánica. La regulación más estricta sobre el uso de plaguicidas, junto con la investigación y promoción de alternativas naturales y el control biológico, son esenciales para reducir la contaminación del hábitat. Finalmente, la protección y restauración de ecosistemas naturales, como bosques y praderas, son cruciales para proporcionar los hábitats vitales que las abejas necesitan para sobrevivir y prosperar. Promover la conciencia pública y el apoyo a iniciativas que protegen los hábitats de las abejas es también un componente esencial para asegurar su futuro.
El Síndrome de Despoblamiento de las Colmenas (CCD).
El Síndrome de Despoblamiento de las Colmenas (CCD) representa uno de los desafíos más preocupantes para la salud de las poblaciones de abejas a nivel mundial, amenazando la polinización de cultivos esenciales y la estabilidad de los ecosistemas. Se caracteriza por la desaparición repentina y sin explicaciones claras de las abejas obreras de una colmena, dejando atrás a la reina y a algunas crías, sin que se observen los cuerpos de las abejas desaparecidas. Este fenómeno, aunque ha sido reportado en distintas regiones, ha ganado notoriedad en las últimas dos décadas, impactando a un porcentaje significativo de apicultores; en Estados Unidos, hasta el 25% habrían experimentado pérdidas, con una media del 45% en las colmenas afectadas. El impacto económico y ecológico de este síndrome es considerable.

El origen del CCD ha sido objeto de intensa investigación, descartando inicialmente la hipótesis principal de que los insecticidas neonocotinoideos fueran la causa directa, a pesar de la preocupación inicial. Análisis de mieles y colmenas no revelaron residuos de estos insecticidas en niveles que justificaran los efectos observados. Esto ha llevado a considerar otras posibles causas, incluyendo una etiología patogénica aún no identificada. La posibilidad de un origen patogénico ha ganado fuerza gracias a la documentación de la transmisión del síndrome a través de la reutilización de material de colmenas, así como la observación de bloqueos tras la esterilización, indicando que la causa no se transmite por otros medios convencionales.
Una investigación española, liderada por Mariano Higes, ha puesto el foco en el parásito Nosema ceranae. Este microsporidio, adaptado a la abeja común (Apis mellifera), se ha propagado rápidamente por Europa y se ha demostrado ser altamente patógeno para esta especie, aunque relativamente inofensivo para la abeja asiática (Apis ceranae). La presencia de este parásito está fuertemente asociada a la ocurrencia del despoblamiento, y existen indicios de que algunas colmenas pueden estar en un período de incubación asintomática previo a la crisis, dificultando la detección temprana del problema.
En paralelo a la investigación del Nosema ceranae, otros factores contribuyen a la fragilidad de las colmenas y a su susceptibilidad al CCD. La presencia de la velutina (abeja africana) y el ataque de la varroa son identificados como factores importantes en la escasez de poblaciones con las que se ha entrado en invierno, debilitando a las colmenas y haciéndolas más vulnerables a otros patógenos. El manejo apícola, incluyendo las prácticas de reemplazo de reinas y la gestión de las poblaciones, juega un papel crucial en la salud general de las colmenas, impactando su capacidad para resistir y recuperarse de los desafíos. La necesidad de cambiar la forma de entender y practicar la apicultura se ha convertido en un imperativo para evitar la desaparición de las abejas, incluyendo intervenciones como la castración temprana, tratamientos antes de septiembre y estímulo en octubre con adición de torta proteica para aumentar la producción de panales.
En resumen, el CCD es un problema multifactorial, con el Nosema ceranae jugando un papel significativo, pero en el contexto de otras tensiones ambientales y prácticas apícolas que influyen en la salud y resistencia de las poblaciones de abejas. Resolver este desafío requiere un enfoque integrado que combine investigación científica, mejoras en las prácticas de manejo y una mayor concienciación sobre la importancia de la salud de las abejas para la sostenibilidad de nuestros ecosistemas y la seguridad alimentaria.
Alternativas de control de plagas: Manejo sostenible y biológico.
La creciente preocupación por la disminución de las poblaciones de abejas, un problema central en el título «El último baile de las abejas: ¿Por qué están desapareciendo y qué podemos hacer?», nos obliga a reevaluar nuestras prácticas de control de plagas y a adoptar enfoques más sostenibles y biológicos. El control tradicional, basado en pesticidas sintéticos, ha demostrado ser perjudicial para estos polinizadores vitales y para el equilibrio ecológico en general. Este cambio de paradigma implica explorar y aplicar alternativas que minimicen el impacto ambiental mientras protegen eficazmente los cultivos.

El manejo sostenible de plagas se centra en la integración de diversas tácticas para mantener las poblaciones de plagas por debajo de niveles perjudiciales. Una piedra angular de este enfoque es el control biológico, que aprovecha la capacidad de los enemigos naturales para regular las poblaciones de plagas de manera natural. En este sentido, diferentes estrategias de control biológico se enfocan en el uso de varios actores:
- Depredadores: Incluyen insectos depredadores como crisopas, mariquitas, mosquitos sirfidos y arañas. También encontramos depredadores como el Atheta coriaria (escarabajo errante), eficaz para combatir las larvas de insectos dañinos.
- Insectos Parasitoides: Son avispas parasitoides que depositan sus huevos dentro de las plagas, literalmente, matándolas desde el interior.
- Nemátodos Entomopatógenos: Son pequeños gusanos que parasitan insectos, provocando su muerte. Suelen encontrarse en paquetes curativos para combatir plagas en el mantillo, actuando como una alternativa a los insecticidas convencionales.
- Hongos y Bacterias: Utilización de bacterias como el Bacillus thuringiensis, en forma de polvo mojable, como un potente y seguro insecticida biológico.
- Hongos Entomopatógenos: Aunque menos común, algunos hongos pueden atacar y matar a los insectos plaga.
Más allá de los actores biológicos, existen también soluciones basadas en sustancias naturales:
- Tierra de Diatomeas: Un polvo fino y natural que deshidrata a los insectos al dañar sus exoesqueletos.
- Aceites esenciales y extractos vegetales: Algunos aceites esenciales, como el de menta o eucalipto, pueden actuar como repelentes de insectos.
El cuidado de las abejas, especialmente las melíferas, es un aspecto crucial de este enfoque sostenible. En este sentido, se han desarrollado herramientas y estrategias específicas:
- Atrayentes selectivos para el avispón asiático (Vespa velutina): Diseñados para capturar este invasor de forma respetuosa con las abejas melíferas, como el producto VespaCatch.
- Insecticidas biológiocos respetuosos: Productos como Lalguard M52, que protegen a la fauna auxiliar mientras son efectivos ante las condiciones climáticas adversas.
- Polinización asistida con abejorros Bombus: El uso de MULTI HIVE de Biobest, que utiliza abejorros Bombus para la polinización, se presenta como una solución para aumentar la eficiencia de la polinización en determinados cultivos.
En última instancia, el éxito del manejo sostenible requiere un enfoque integrado que combine la aplicación de estas alternativas con prácticas agrícolas saludables que promuevan la biodiversidad y la resistencia natural de los cultivos a las plagas. Este cambio representa una inversión en la salud de las abejas, la sostenibilidad de la agricultura y la resiliencia de nuestros ecosistemas frente a los desafíos ambientales actuales y futuros.
Fomento de la diversidad floral y creación de hábitats.
La pérdida de polinizadores, especialmente las abejas, es una crisis global que amenaza la seguridad alimentaria y la salud de los ecosistemas. Para revertir esta tendencia, una estrategia central es el fomento de la diversidad floral y la creación de hábitats adecuados, reconociendo que no existe una solución única y que diferentes especies de abejas tienen necesidades específicas. Reconocer la complejidad de las redes planta-polinizador y corregir posibles sesgos en la evaluación de especies raras es crucial para el éxito de estos esfuerzos.

La diversidad floral no solo provee un suministro más consistente de recursos para los polinizadores, sino que también ayuda a estabilizar la producción floral, creando un ciclo virtuoso. La investigación ha demostrado una relación positiva entre estos dos factores, indicando que un ecosistema floral rico y variado resulta en una base alimenticia más confiable para las abejas, incluso en condiciones ambientales cambiantes. Sin embargo, es vital entender que diferentes especies de abejas tienen requerimientos florales distintos. El éxito reproductivo de las abejas solitarias, por ejemplo, se ve afectado de manera específica por la composición de la flora, lo que subraya la necesidad de adaptar las estrategias de manejo a las necesidades de cada especie.
La creación de hábitats propicios va más allá de la mera siembra de flores. Involucra la restauración de paisajes naturales, la promoción de prácticas agrícolas sostenibles como la agricultura de conservación y la reducción drástica del uso de pesticidas, especialmente los neonicotinoides, que han demostrado ser particularmente dañinos para las abejas. La implementación de corredores biológicos que conecten diferentes hábitats, permitiendo el movimiento de las abejas y el intercambio genético, también es fundamental. Considerar las necesidades de las abejas silvestres, que a menudo son menos visibles pero igualmente importantes, es una prioridad.
Además, la evaluación de los esfuerzos de conservación debe ser rigurosa y tener en cuenta posibles sesgos. La investigación ha revelado que las inferencias sobre la abundancia y la importancia de especies de polinizadores raras en las redes planta-polinizador pueden estar sesgadas por el tipo de muestreo utilizado. Este sesgo tiende a aumentar con la rareza de la especie, lo que implica que es posible que estemos subestimando su contribución a la polinización y, por lo tanto, a la salud del ecosistema. La adopción de métodos de muestreo más sofisticados y la integración de datos de diferentes fuentes ayudarán a corregir estos sesgos y a asegurar que nuestras estrategias de conservación sean realmente efectivas.
Finalmente, se destaca la importancia de la comunicación y la educación. Informar al público sobre la importancia de las abejas y su papel en la polinización, así como sobre las amenazas que enfrentan, puede fomentar un mayor apoyo a las iniciativas de conservación y promover comportamientos más responsables en el uso de pesticidas y en la elección de productos de consumo. Promover la creación de jardines y espacios verdes ricos en flores silvestres en entornos urbanos y rurales también puede contribuir a aumentar la disponibilidad de recursos para las abejas y a crear una conciencia más amplia sobre la vital importancia de su conservación.
Políticas gubernamentales y regulación de pesticidas.
La regulación de pesticidas es un componente crítico en la problemática de la desaparición de las abejas, y a menudo se presenta como un factor de riesgo indirecto a través de los efectos de estos compuestos en su salud y comportamiento. A nivel global, la gestión de pesticidas es un entramado complejo de políticas gubernamentales y regulaciones que varían significativamente entre países, impactando directamente el comercio internacional y la seguridad alimentaria. En Estados Unidos, y en muchos otros mercados, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) juega un papel central en la administración de estos compuestos, con el objetivo de balancear la necesidad de la agricultura productiva con la protección de la salud humana y el medio ambiente.

La piedra angular del sistema de regulación en Estados Unidos es el proceso de registro de pesticidas. Antes de que cualquier pesticida pueda ser importado o utilizado en el país, debe ser registrado en la EPA. Este proceso implica una evaluación rigurosa de sus efectos en la salud humana y el medio ambiente, asegurando que el producto pueda ser usado con «seguridad suficiente». Un aspecto fundamental de este registro es el establecimiento de tolerancias o límites máximos legales de residuos permitidos en los alimentos. Estos límites se determinan considerando la toxicidad del pesticida, la cantidad aplicada y los residuos que permanecen en los alimentos, garantizando que los niveles de exposición sean aceptables para los consumidores. La etiqueta del producto se considera la «ley» en sí misma y su correcta interpretación es esencial para un uso seguro y eficaz.
La gestión de la importación y exportación de pesticidas también está sujeta a la supervisión de la EPA, implementando medidas para controlar la entrada y salida de estos compuestos. Los productos exportados deben contar con la aprobación de la EPA y el país receptor puede requerir etiquetado adicional. En situaciones donde un pesticida no está registrado en Estados Unidos, pero es fabricado allí, puede ser exportado a otras naciones mediante una declaración firmada por el comprador extranjero, notificando su conocimiento de la falta de registro en EE. UU. La comunicación con autoridades extranjeras, a través del Programa de Naciones Unidas para el Consentimiento Informado Anticipado, garantiza información transparente sobre pesticidas exportados que no están registrados en el país de origen.
La complejidad del panorama regulatorio a nivel global subraya la necesidad de una coordinación internacional para abordar los riesgos asociados con el uso de pesticidas. Organizaciones como el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) trabajan para promover prácticas sostenibles y minimizar los impactos negativos en los ecosistemas. A pesar de los esfuerzos regulatorios, la evidencia científica continúa acumulándose que sugiere que ciertos pesticidas, incluyendo algunos ampliamente utilizados como los neonicotinoides, pueden tener efectos perjudiciales en la salud de las abejas y otros polinizadores. Por ello, la investigación continua y la adaptación de las políticas son esenciales para proteger estos insectos vitales para la seguridad alimentaria y la biodiversidad. Para obtener información específica sobre la regulación a nivel global, se recomienda consultar fuentes como el NPIC (800-858-7378) o visitar su sitio web.
Consecuencias económicas y crisis alimentaria global.
La disminución alarmante de las poblaciones de abejas a nivel global representa una seria amenaza para la seguridad alimentaria mundial, con consecuencias económicas potencialmente devastadoras. Este fenómeno, conocido como el «colapso de colonias» (CCD), no es simplemente la pérdida de un polinizador, sino un síntoma de un sistema agrícola insostenible que está comprometiendo los servicios ecosistémicos esenciales para nuestra supervivencia. La interdependencia entre la salud de las abejas y la producción de alimentos es innegable, y la pérdida de estos polinizadores cruciales podría desencadenar una crisis alimentaria global sin precedentes.

El Impacto Económico Directo: Dependencia de la Polinización
Una gran cantidad de cultivos alimenticios vitales dependen en gran medida de la polinización por abejas. Se estima que las abejas polinizan alrededor del 80% de los cultivos alimenticios comerciales en Estados Unidos, y su contribución a la producción de frutas, verduras, frutos secos y semillas es incalculable. La disminución de las abejas, por tanto, no solo afecta la cantidad de alimentos disponibles, sino también la calidad y la diversidad de la dieta humana. La reducción en la producción de estos cultivos se traduciría directamente en una escasez, lo cual, a su vez, impulsaría los precios al alza. Este aumento en los precios de los alimentos básicos impactaría desproporcionadamente a las poblaciones de bajos ingresos, exacerbando la inseguridad alimentaria en todo el mundo.
Consecuencias para la Producción de Alimentos y la Seguridad Alimentaria:
El impacto de la pérdida de abejas va más allá de la mera escasez de ciertos alimentos. La reducción en la polinización afectaría la calidad y el tamaño de las cosechas, además de disminuir la diversidad genética de los cultivos. Muchos cultivos que requieren polinización cruzada, es decir, que necesitan ser polinizados por diferentes individuos, serían particularmente vulnerables. La falta de polinización adecuada resultaría en frutos más pequeños, deformados y con menor contenido nutricional, comprometiendo la calidad de la dieta humana y potencialmente contribuyendo a deficiencias nutricionales a gran escala. Esto se extiende a la producción animal, ya que muchos forrajes para ganado también dependen de la polinización por abejas, afectando indirectamente la producción de carne y productos lácteos.
El Círculo Vicioso de la Agricultura Intensiva:
Los sistemas agrícolas actuales, diseñados para maximizar la productividad a cualquier costo, son en gran medida responsables de la crisis de las abejas. El uso intensivo de plaguicidas, en particular los neonicotoides, es un factor determinante en la disminución de las poblaciones de abejas. Estos insecticidas sistémicos, aunque no matan directamente a las abejas, afectan su capacidad de orientación y navegación, esenciales para encontrar fuentes de alimento y regresar a la colmena. Además, el traslado de colonias de abejas para polinizar grandes plantaciones de un solo cultivo (“monocultivos”) priva a las abejas de una dieta nutricionalmente diversa, debilitando su sistema inmunológico y haciéndolas más susceptibles a enfermedades y parásitos como la varroa. El estrés por transporte también contribuye a su declive. El resultado es un círculo vicioso: la agricultura intensiva daña a las abejas, las abejas reducen la producción de alimentos, y la necesidad de aumentar la producción impulsa a seguir utilizando prácticas agrícolas dañinas.
Soluciones y el Llamamiento a la Acción:
Detener el declive de las abejas y asegurar la seguridad alimentaria global requiere un cambio profundo en nuestros sistemas agrícolas. Esto implica una serie de medidas, tanto a nivel individual como gubernamental. El cambio hacia prácticas agrícolas sostenibles y ecológicas, como la reducción del uso de plaguicidas, la promoción de la agricultura orgánica y la diversificación de los cultivos, son cruciales. Fomentar la creación de hábitats para abejas, como la siembra de flores silvestres y la protección de los humedales, contribuye a su supervivencia. A nivel individual, la preferencia por productos locales y ecológicos, la reducción del uso de pesticidas en jardines y la promoción de la apicultura sostenible, como aquella que utiliza abejas sin aguijón de alto valor nutricional, son formas efectivas de contribuir a la protección de estos polinizadores esenciales. Un llamamiento internacional de más de 1500 científicos, subraya la urgencia de implementar medidas concretas para detener la pérdida de biodiversidad y asegurar un futuro alimentario sostenible.
Conclusión
Las evidencias presentadas en este informe, «El último baile de las abejas», pintan un panorama preocupante para la salud de los polinizadores y, por extensión, para la seguridad alimentaria global y la resiliencia de los ecosistemas. El continuo declive de las poblaciones de abejas, complementado por la disminución de otros polinizadores silvestres, no es simplemente una cuestión ecológica, sino una crisis con implicaciones económicas y sociales significativas. Entendemos ahora con mayor claridad que la compleja interacción de factores estresantes, desde la pérdida de hábitat y el uso generalizado de pesticidas hasta el cambio climático y las enfermedades, está socavando la capacidad de los polinizadores para cumplir con su vital función ecosistémica. Ignorar esta realidad significaría poner en riesgo la producción de una amplia gama de cultivos esenciales para nuestra dieta y dañar los ecosistemas de los que dependemos todos.

El informe ha demostrado que la idea de sustituir completamente los polinizadores silvestres con colonias de abejas domesticadas es, en el mejor de los casos, una simplificación excesiva. Si bien las abejas domesticadas juegan un papel importante, su eficiencia como polinizadores depende de la presencia de un paisaje diverso y saludable que sustente a los polinizadores silvestres. La coevolución entre las plantas y sus polinizadores ha conducido a especializaciones que no pueden ser replicadas por una única especie de polinizador. La pérdida de estos polinizadores silvestres reduce la resiliencia de los ecosistemas y disminuye la eficiencia general de la polinización.
En consecuencia, la respuesta a esta crisis debe ser multifacética y requerir la colaboración de múltiples actores: gobiernos, agricultores, científicos, empresas y el público en general. Una estrategia efectiva debe incluir:
- Reducción drástica del uso de pesticidas neonicotinoides y otros químicos dañinos: Un cambio hacia prácticas agrícolas más sostenibles, incluyendo la agricultura orgánica y la agricultura de conservación, es fundamental. La Unión Europea ya ha propuesto reducciones significativas, y se necesita un esfuerzo global coordinado.
- Restauración y protección de los hábitats de los polinizadores: Crear corredores de hábitat, fomentar la plantación de flores silvestres en márgenes de campos, y proteger los ecosistemas naturales son pasos cruciales. Incentivar a los propietarios de tierras para que creen jardines amigos de las abejas y otros polinizadores en zonas urbanas también puede contribuir.
- Investigación e innovación: Se necesita una mayor inversión en investigación para comprender mejor las causas del declive de los polinizadores, desarrollar métodos de manejo de enfermedades más eficaces, y explorar tecnologías innovadoras para mejorar la eficiencia de la polinización. El desarrollo de variedades de cultivos resistentes a enfermedades y adaptadas a condiciones climáticas cambiantes también es prioritario.
- Educación y sensibilización: Es esencial crear conciencia entre el público sobre la importancia de los polinizadores y las amenazas que enfrentan. Esto puede lograrse a través de campañas de educación pública, programas escolares, y el apoyo a iniciativas ciudadanas para promover la creación de hábitats amigables con los polinizadores.
- Fortalecimiento de la gobernanza y la regulación: Los gobiernos deben implementar políticas y regulaciones que protejan a los polinizadores, promuevan prácticas agrícolas sostenibles, y apoyen la investigación y la educación. La transparencia y la rendición de cuentas son cruciales para garantizar la eficacia de estas políticas.
Finalmente, este informe enfatiza la urgencia de la acción. La crisis de los polinizadores no es un problema que pueda posponerse. La salud de los ecosistemas y la seguridad alimentaria de las generaciones futuras dependen de nuestra capacidad para abordar este desafío de manera integral y con determinación. El «último baile» puede no ser inevitable; con un compromiso renovado y un enfoque colaborativo, podemos asegurar un futuro donde las abejas y otros polinizadores sigan desempeñando su vital papel en el mantenimiento de la vida en la Tierra.